martes, 31 de enero de 2012

El ser humano por naturaleza nunca está contento con lo que tiene, siempre siente la necesidad de quejarse de todo, y cuando lo va a perder empieza a valorarlo. Yo no soy una excepción.
Podría decirse que me he criado en mi colegio, llevo allí diez años, y evidentemente me he quejado muchas veces. Por los horarios, el uniforme, las normas, los castigos... por todo. A pesar de tanta queja tengo que admitir que me gustaba estar allí. Otras personas sin embargo dicen que están hartos y quieren irse ya. Este es nuestro último año y por una vez nos hemos puesto todos de acuerdo, no queremos irnos, no queremos dar ese paso y arrojarnos hacia el cambio más grande de nuestras vidas.
Los días de fiesta son los mejores, nos encanta el estar haciendo cosas diferentes y romper con la ruina, pero hoy me sentía melancólica, era mi última fiesta de Don Bosco y el simple hecho de pensarlo ya me traía añoranza. No por la fiesta en sí, si no porque sentía que dentro de un año ya no podré estar viviendo eso, no podré compartir el día a día con mis compañeros, incluso a la gran mayoría dejaré de verles.
Son las personas con las que más tiempo he pasado en mi vida, y por mucho que me queje, les quiero. Mi vida  sin ellos ya no será la misma, ya no será mi vida de los últimos diez años hasta ahora, ya no podré verles cada mañana y decir "joder que sueño", no señores, no podré. Por eso días como este en este año me dan tristeza, porque me llenan de recuerdos que no quiero dejar de vivir.

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